Trayectoria artística
1990-2021
El pintor visionario
La última gran etapa se caracteriza por una vuelta al color vibrante -La casa roja, La cúpula azul, Tarde de tormenta, La ventana- sin abandonar la sencillez y sobriedad “casi provocadoras” de sus equilibradas composiciones (“fierismo elegante”). Son los años centrados por la pintura mural El Mito de Occidente (1998-2000).
De Pedraja, ha dicho Rubio Nomblot que es pintor atípico, inquieto, visionario, visceral, independiente y poco dado a las concesiones -“El artista sólo puede ser aquel que desconfía del mundo y se compromete con su subjetividad más allá de lo normal y aconsejable”-. De estos años es la serie de paisajes de la sierra de Alor -dibujos, óleos y acuarelas-, paraje cerca de Olivenza donde instala su estudio a principios de los años noventa, que evocan la emoción del pintor ante la naturaleza, en su particular “paraíso perdido”.
Reflexiones sobre la creatividad artística:
Más de medio siglo pintando y otro tanto dedicado a la enseñanza de la Historia del Arte hacen conveniente una reflexión sobre el problema de a creatividad artística, con la posibilidad de encontrar una adecuada respuesta que procede de varías vías, una práctica y subjetiva, la otra, objetiva y múltiple.
La vocación es la primera incógnita que aparece en el camino del artista. Sin duda, un ambiente familiar artístico hace posible esa llamada, y un ambiente cultural promueve la andadura, todo ello unido a unas cualidades naturales como el sentido del color y de las formas, y a una facilidad manual adecuada. Aunque sólo la intuición es difícil que consiga grandes logros artísticos, el aprendizaje de los recursos técnicos representa un peligro si se convierten en fórmulas repetitivas. Por eso, se ha dicho en diversas ocasiones que hay que saber olvidar lo que se aprendió con los maestros o en los centros artísticos.
Un cuadro, cuando se acierta, es una estructura de especial carácter armónico en la que cada elemento, cada rasgo de pincel, nota de color, formas y texturas, son interdependientes, y cualquier modificación rompería el resultado y la validez de la obra. Una pintura es un acontecimiento único e irrepetible que incluso el propio autor sería incapaz de realizar de nuevo. En el verdadero arte un cuadro es un riesgo, una aventura que aporta una nueva visión de la realidad externa e interna del pintor. Toda obra tiene una dificultad de concepto y de realización.
Las fuentes de inspiración son la naturaleza y las obras de los artistas anteriores de todas las épocas, pero con libertad creativa, no con servilismo de esclavo de la realidad o mero continuador de formas periclitadas. La personalidad en la obra de arte es, sin duda, el valor principal y el más difícil de tener. En cierto modo es algo innato, como una buena voz, afinación y sentido del ritmo en un cantante.
Pintar es una especie de válvula de escape de lo que uno piensa y siente; es una forma de comunicarme con los demás. Lo importante es el mismo hecho de enfrentarme al soporte en blanco, es el momento creativo; lo grande, lo bello es lo que se disfruta y se sufre pintando. Sin pintar quedaría disminuido como persona.
Existen la llamada inspiración, las horas luminosas y los caminos vírgenes, y es fundamental el hallazgo. El automatismo y lo aleatorio forman parte también del proceso creativo, y lo condicionan, e incluso lo accidental llega a convertirse en un principio artístico.
En mi vida y en mi trayectoria artística han sido norte orientador unos conceptos que han cristalizado en una especial iconografía, entre ellos el idealismo quijotesco, en los molinos de viento; la soledad, en las inmensas tierras de perdidos horizontes; la nostalgia del utópico "Paraíso perdido", en las manzanas de unos pobres emigrantes; la tragedia, el desamparo y el sacrificio, en los espantapájaros; el sentido social, en la marginación de los suburbios; el mestizaje, en la visión multicultural; y el cosmopolitismo, en los paisajes urbanos y gentes de otras latitudes.
Francisco Pedraja
Septiembre de 2004